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-103- ne furtiva,mente, y no en el hogar glorioso del amor creado por Dios, en un corazón consagrado por la pureza de los afectos, entonces tiene el "sentido trá– gico", de la vida femenina. En esas horas, general– mente dolorosas la vergüenza del deshonor arroja en la concienda el tosco barro de la miseria, en vez del · oro de los cariños maternales; y muchas veces hace su aparición el tigre femenino, que destroza la vida naciente de un sér que reclam·a derecho a vivir .. . · La hiena joven, que tiene delante una carne fresca que es suya, pero que no la quiere reconocer, se nie– ga a glorificarse con la maternidad y clava sus uñas matadoras en el corazón mismo de lo que debería ser su amor. Es cierto que - como escribe San Agus– tín en sus "Confesiones" - "aunque el hijo nazca contra la voluntad de los amantes, después de nacido los obli'ga a que le tengan amor", (Conf. IX-12) ; pero es también inconcuso que hay mujeres desnaturali– zadas, que por evitar las cargas de la crianza, come– ten el horrendo crimen de acabar con aquel fruto de lo que ha pareci¡Jo amor. ¿Qué cosa hay más digna de castigo que este torpe vicio, que entraña doble y triple criminalidad? ... Hay jóvenes que no llegan a este extremo, pero lle– gan hasta sus puertas, y andan rondando este peligro, con espantosa y mísera frivolidad, llevadas por la pasión y faltas ·completamente de prudencia. Hay jóvenes que se lanzan a este peligro, más que por amor al placer y al vicio, por temor a perder unn. ocasión de matrimonio. . . ¡Qué ceguedad! Hay tam. bien quienes se avergüenzan de no proceder "como las demás" teniendo por gazmoñería la cautela cris-
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