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admitir, que renueva este consentimiento en cada inmola· ción de la Eucaristía ? Así curoplirá ella gloriosamente a través de los siglos sus funciones de sacerdocio. ~~~!ur.a. Nuestra tcologia, por medio de la M. Agreda, nos x.. .&GBEDAascgura que la Virgen tuvo participación hasta en el pri– mer sacrificio eucarístico, que celebró el mismo Jesucrist(} en el Cenáculo. Afirma la Venerable l\Iadt·e, que la Virgen se hallaba, no en el mismo recinto del Cenáculo, sino cer– ca, donde pudiera ver y observar todo lo que hacía su Hi– j0, y que ella postrada en tierra, ofreció al Eterno Padre aquel sacrificio como lo hacía su Hijo; que, en calidad de corredentora, se unió a la ofrenda y a las oraciones de J e– sús; que el Padre Eterno miraba a la Madre y al Hijo, y que r ecibió el sacrificio y oraciones de ambos. (Mist. Ciu– dad. Part. 2 libro VI cap. XI). Por eso decimos que María tiene gran parte en el 8acrificio Eucarístico y que tiene en todos los sacrificios y aún en todas las comuniones, en que se recibe el Cuerp<> de su Hijo que se formó en s11 seno, y ol 'rer.ió ella para sacrificio y Pan de vitla pam fo<los. .l~s la ~rnn dispensa· dora de la Comunión, el mejor tesoro que t iPnc como teso– rera de las gracias de Cristo. Ella es nuestra gloria, pues nos ha dado la Eucaristía, 2). Nobis natus nobis datus ex intacta Virgine. Durante toda la eternidad se ofrecerá este sacrificio de la gloria de Cristo; y aunque ya El entró en el sen(} d" Dios y reina en el cielo, en calidad de Pontífice, tod'l· vía intercede por nosotros, y en calidad de víctima des– CBnsa sobre el altar, levantado delante del trono del Eter– no continuando sin interrupción el acto de la oblación per– fecta. 88-
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