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todas las ternuras de nuestro corazón y con todas las fuerzas de nuestro amor, porque está en la voluntad de Dios que así ha ordenado, que todo nos venga por ella:_ "sic est voluntas ejus qui totum nos haberc voluit per Mariam''. ~o hay un instante de la vida en que no recibamos de ella muchas gracias. Desea más·dárnoslas que nosotros _mismos_recibirlas. Somos ·bien incapaces para reconocerle los inmensos beneficios que nos dispensa. Debemos dete– nernos de cuando en cuando en eÍ camino que hemos re– corrido en la vida, para pensar en·la inefable largueza con que ella fué esmaltando nuestras humanas jornadas. Nuestros años son una no interrurnpida continuación de bondades de María. Todo lo que hemos recibido de bienes provino de su corazón. Digámosle con el Blecense: "no ceses, oh María, de acudir a nuestro socorro. He aquí que estoy cerca del manantial de bienes que eres tú. Dame de beber de tus gracias salvadoras. Tu corazón rebosa en de· seos de prodigarse. Si tú tuvieras sólo el querer sería po– co, pero tienes el querer y el poder. Si temieras perder, dándonos abundosamentc, no s~rías llena de gracia. . ¡Qué esperas, oh Reina y soberana? Danos de la abundancia con que Dios te ha enriquecido". !l2-

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