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':REINADO UNZVE2- SAL. lucha angélica. Los ángeles fieles adoraron a Cristo y re– conocieron la dominación universal de la mujer que fuil su madre. llcpitamos las hermosas palabras de S. Buenaventura: " Non Chr istus finaliter ad nos ordinatur, sed nos finaliter ordinam~r ad ipsum; quia non caput propter membra sed membra propter caput ' ' (III Sent. Dist. 22 N\> 1) . Ord~nados a Cristo, somos el reino de Cristo. La creación se nos presenta en una unidad maravillosa. Dios alcanza el fin que se propone. El obj eto de la Enc<trnación glorificadora de los ángeles y de los hombres es ser puente diamantino • de todos los beneficios para los unos y para los otros. La parte de los ángeles que cumplieron su debel– entraron en la felicidad y forman el reino de los dichosos en el cielo. Los hombres que secunden en la vida los fines de la Encarnación tendrán el mismo éxito venturoso, y todos en el cielo y en la tierra, ctcrnamr n1 e formarán el reino ttniversal de luz y de gracia, ele :l!llOJ' y de dicha. La teología fran ciscana c¡nc nos inspira <'s1as rcfl<'xiones pro– clama con el r~ ino de J. C., el reinado universal tlc l\faría, porque no se pueden separar los destinos del Verbo Encar– nado de los de la J\fadre en que se encarnó. De la plenitud de este misterio emanan todas las gracias que r ealzan a to– das las criaturas intelectuales. María es la dispensadora de todas las gracias, porque por ella se nos vino el Autor J.~ todas ellas. Ella procuró a los ángeles aumento de gracia y de gloria. JI< o sólo est.á la gloria de María sobre la gloria de todas las criaturas, sino que todas dependen de ella como soberana. Se ha hecho célebre en la patrología el tex– to: "Imperio Virginis omnia famulantur, etiam Deus". En cierto modo parecería más amplio el reino universal de María que el del mismo Dios, porque a Ella obedece 64-

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