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'!.'BOBIA l!'BAIIrCIB· CAIIrA. natural y sobrenatural sin el concurso de los sentidos; por eso, no se podría afirmar que no conocía nada, que no pasase por los sentidos. Dios, la virtud, el bien, lo hl· llo , se presrntah:lll a la voluntad como las cosas mÍls convcnienlc·x, sin 'l'"' Psi.03 conocimientos hubieran sido preparados, prcc, isanwnte, por la elaboración de las·percepciones sensibles. De modo que, la vida del estado de inocencia ser ía nna vida inten– sa en el alma, con más independencia de los sentidos. La voluntad abrazando el wrdadero bien y lo verdacleramen– t·~ bello, tenía todo lo que necesitaba para su fel icidad ; eso le bastaba para no dejarse llevar por el bir n U7Jm·ent e y sensible, y para reprimir los sc!lticlos a fin uc que obrara':\ según la razón. Se cita una sentencia de Escoto que hace luz en el caso y lo confirma : "Docet subtilis quod statü innocen– tiae non fierct com·ersio ad pbantasmata, quia ani ma, quoad aetum suum non fu isset. su hjecta eot pori" ( Anno– tationes de anima. q. XVrrr, r ditio recen ~) . E stas anota– ciones son de Hugo (.;;lbr llo. En la r·o•wlusión U considera como más prob?.hle, que el alma do María no nrt·Psitase de sentidos pam su~ op crae ionl's. Pura lh·g-a r a Psi¡\ conclu– sión tenemos lr,s f ranciscanos t:ees f undamentos : a ) la ea– r encia de pécado original l'rt Mar ía ; b) probablemente, además ele la car('n cia del peeaclo, la j usticia origin al; e) tuvo· también seguramente, los p rin cipales cf'e(·tos ele la justicia original. P arece indudable qne, no tr nir•ndo peca– d.o original, ni deuda ele pecado original, tampoco pud ie– ra vrr~c con clcn ~ da a esa ()r pcndcne ia ele la inteligencia r rspcrto a los sr nti<los. Drscic <'l principio de Sll srr, su in– teligencia, con las especies inteli:l:ibles qnc Dios le había. iufnmlido, tuvo sus opcracion<'s propias, y la Yoluntad se– g nía con amor el bien que la inteligencia le presentaba. 38-

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