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clusión debe explicarse par a gl" ' '" .¡,. ¡,, Inmaculada. Po– drá decírsenos que no tiene l""' ul'11 , .. ,.¡,¡" fundamento alguno en la revelac·ión. Cit·rto t p~t · tlllt ' d rn 1'111 usiasmo no encuentra base firlll(' ''" la Sagr·nol .• 1•: ,,.,., , ura . p!'ro la ra– zón teológiea vi t·nr pr·<•o..;tarwmte ,.,, 111 !1·-..tra dPf<' rls~ .T~s de– cir, la rnzón eucueutra <·n La f,. "'"''""' c•t qué apoyarse con un a. brillan te dcmostl'Heiún ''" f aYIH' de la prerrogati.. va de La Virgen. En n uestro estado aetual, la naturaleza está complicada y como ligada, hasta cierto punto, por los sentidos. Los sentidos son los que suministran la materia a nuestro conocimiento. J.Ja razón se halla como imposibili– tada de ·actuar mientras no le vengan por los SPtttidos los elementos precisos para su uso cabal. Bsto es : la parte más n oble del ser depende, para obrar, de la p art e menos noble. No habiendo percepción de sentidos. támpoco hay actuación mental. Las operaciones del alma están condi– cionadas y trabadas por la parte inferior de nuestro ser . L a f acultad soberana del hombre que es la voluntad, debe ser solicitada por el bien sensible y, a v¡•ces. es vio– lentamente batida por el apetito sensibl e. l,o sensible pro· voca cn nuestro apetito una atracción. l~st a atracción pue– de ser de diferentes categorías, p ero tanto para el mal co– mo para el bien, el apetito tiene qu e asomarse a lo sensi– ble y recibir de aquí el impul so cn cr~éti co. De ahí nacen las pasiones, esos movimientos que tiene habitualmente su repercusión en el cuerpo, obrando sobre la voluntad (1 ) . P ero esta situación del hombre ¡, és natural o es efec– to del pecado ~ Es decir: ¿siempre y en todo estado, aún en el inocente, estaba el hombre sometido a esa dependen– cia? I1a escuela franciscana parece pt·opender a resolver ese asunto como u n d rcto del pecado original. S. Bue- ( 1) La enfermedad de la carne res ulta para los Santos una uc~ f-lión útil de ejercer la virtud. T ..a lira de Homero que cantaba. "' Jo¡,¡ tlio~es paganos pudo convertirse en la lira de David, di~ j v L :H'OI'da ire. 36-