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APENDICE IV ÉL CORAZON DE MARIA Y LA ORDEN FRANCISCANA En la teología franciscana se destaca maravillosamente este aspecto que parece moderno, de la devoción a la Vir– gen. Es una consecuencia de la devoción al Sagrado Cora– zón de Jesús. Apóstoles del Sagrado Corazón fueron en la historia como precursores, S. Francisco, S. Antonio, S . Bue– naventura, S. Margarita de Cortona, el P . Tremblay, Emi– nencia gris, y otros eminentes devotos del Corazón Sagrado.. S. Francisco, como es sabido, fué presentado por el mismo Corazón de Jesús a Sta. Margarita como guín y patrono y maestro de tan sublime devoción. S. Buen¡wcntura en su libro "Vitis mystica (cap. 3) ha dado materia de estudio y de expresión a todos los que después de· él hablaron o escribieron sobre el tema. Fué el t eólogo d<>, e~ a devoción de cuyo foco nació la devoción al Corasón do María que es, también, eminentementf' franciscana. S. Benwrdino de Sena fué, a su vez, teólogo de esta dl•vot"iún. y <'omo ocurrió con la devoción al Sagrado Corazón, que la l ~ksia tomó las lecciones de la liturgia de un (rancisen no ah ora lw toma– do de este otro franciscano las de la fiesta del Corazón de María. María tuvo un corazón semejante al Corazón de su Hijo. No pueden separarse en el espíritu franciscano. Como dicen nuestros ascéticos la Virgen llevó a Jesús antes en su Corazón que en su seno. El Corazón de María fué el pri– mer templo del Divino Corazón. El amor del Espíritu Santo tomó el cuerpo del Salvador de la sangre que circulaba en el purísimo Corazón de María. Vincit matrts tttulos, Vtrg inisque tlosculos Puri cordis caritas Un Pontífice franciscano, Pío IX, estableció en la Iglesia el Culto al purísimo Corazón de María. El invitatorio del oficio decía de este modo: "Jesum in corde Mariae regnan– tem venite adoremus". Fué este amoroso Corazón de María la catedral hecha de joyeles y de perlas preciosas donde ofició la primera función humana el !!agrado Corazón. Así el Corazón de la Madre reproduce las amabilidades del Corazón del Hi– JO, y bien se puede decir que se compenetran, de modo que el Corazón de Jesús nos introduce en el Corazón de María 143

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