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que la Virgen estaba al pie de la Cruz de pie, pero no que llorase". Es ya conocido lo que se dice del pseudo Dionisio y S. Ildefonso, a saber; que María Santísima, puesta en el trance de A:braham, no hubiese sido inferior ·en obediencia. Algunos como Thiers llegaron a la tesis de la insensibilidad de la Virgen, por su conformidad a la voluntad divina. ¿Qué piensa sobre esto la teología franciscana? Piensa que no todas las lágrimas son efecto y expresión de debili· dad. Que la voluntad divina, y la conformidad a ella, no suprimen las condiciones naturales de la persona. Que la comparación con Abraham es hipótesis ociosa aún dado el caso. La obediencia ¿había de impedir a la Virgen el do– lor natural que eso le produciría? El Papa Benito XIV nos habló del llanto de Jesús sobre la ciudad Santa y sobre Lá– zaro, ¿acaso no era una prueba de la ternura y del senti– miento del Salvador? ¿Hace falta ser insensible para mere– ~r obedeciendo? Por eso mismo sería más meritorio el s3.– crificio de María. Es necesario evitar las exageraciones como el de decir que la Virgen derramaría lágrimas de sangre. Pero, ¿qué pensar del pasmo? ¿Qué pensar de las figu– ras en que aparece la Virgen desmayada al pie de la Cruz? Nuestra teología y la devoción franciscana no permite la hipótesis de Orígenes de que la Virgen dudara de la digni– dad de su Hijo, hipótesis que combate S. Buenaventura. El pasmo o desmay-o merece un estudio peculiar, por· -que no se puede dudar de la fiesta que se celebraba anti– guamente. Ciertamente puede considerarse como una exa– geración de la piedad menos discreta ·que bien intencionada. Lo que es cierto y adm itido por la tradición es que la Or– den scrúfica con <' 1 p:;<·udo .Tcrúnirno. S. B"rnardo, y S. An– tonio ll::H11élll :1 la Viq~t·n mún quo tnl'tr1ir. St' ciP('Í;t: "hirna– venturados sentidos dt• M;11·i:1 qlh' :1 1:1 rt tut·rlt· tlt ·l llijn tlw– reció la palma dcJ rnartirio :d pw dt· 1:1 ~ ·,,,, .., 1•: 1 IO: v: ttq:t·– lio se limita a decir que 1 :..~ V 11-J~<'II t·:.t 11 vu dt· pw clt· 1:• Cruz. Pero esto se entiende duranlí· l' l llllltJ wtl\11 t'll q11t' mqría Jesús, cuya vida ella ofrecía al I':Hirc· t ·~ · lt " t •;•1 ::oln·,. el altar de su dolor maternal. En ('S(' ado v:.l.• l•u· 11 re– presentada de pie con fortaleza varoni l do • :;:11·oofi,.:o nte y oficiante. No dice nada el Evangelio sohrl' lo> <i"" pudo ocu– rrir a la Virgen en la sepultura o después <I L• la sepultura en su inmensa soledad. S. Bernardo confiesa que en su tiem– po existía la tradición del desvanecimiento de María al en- -141

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