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otra parte, que el misterio de la Encarnación fué manifes– tado a los Angeles desde su creación (De Genes: ad. litt. lib. V cap. XIX). Y ·en otra parte escribe: "Corpus capilis Christi nos sumus. Nunquid nos soli? Orones justi". Y agru– ¡la aquí a los ángeles y legiones de ejércitos celestiales (Conc. Ill in Bal. 36 P . L. 36-385). ¿Cómo iba a ser cabeza de los ángeles si no existiese una predestinación de Cris– to venturo etia,m non peccante Adamo? J. C. aparece pre· destinado antes que los mismos Angeles, independiente– mente del suceso del hombre caído. Esta cuestión no es vana o hipotética. En ella se con– creta una predestinación eterna. Se da por existente. un de– creto independiente del hombre. Pero dado el pecado del hombre el Verbo se encarnó en forma pasible para redimir· nos. El decreto divino está relacionado con toda la crea– ción. El Ve.-bo se encarnaría y sería primogénito entre todas las criaturas. Toda la creación para Cristo, Jo mismo en el presente caso de la culpa redimida, que en el caso de en– carnarse, para gloria de la humanidad y como cabeza de ella en forma impasible. S. Lorenzo de Brindis Cap. que lleva camino de ser declarado doctor de ]a Iglesia dice: Omnia propter Christum creata sunt, Christus Deus-Homo est finis propter quem et in cujus honorem Deus omnia creavit. Hoc autem essc non possit nisi Christus primus fuisset intentus et decretus". LA RELACION DE MARIA CON JESUS Hay una cuestión teológica que ha dividido a los teólo– gos respecto a In relación de la Virgen con su Hijo Jesu– cristo. Es indudable y dogmático que María fué Madre de Cristo, pero la dignidad de la Madre de Dios en relación a Cristo ha tenido diferente interpretación. ¿Existió entre la Virgen y Jesús relación real o relación racional? No se dis– cute la excelencia de la maternidad de María. La opinión de la escuela franciscana, desde Duns Escoto, es que fué relación verdadera y real filiación. Tan hermosas razones dió el teólogo mariano, que muchos teólogos que no pensa· ban así se acomodaron a su opinión aunque estuviesen ad· heridos a otra escuela. No se puede discutir esto desde el punto de vista histórioo franciscano porque, tnlvez Alejan– dro. de Hales y aún S. Buenaventura pensaban en una reJa- 137
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