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que hemos recibido son dilatación de la bondad del cora– zón de María (1). Los beneficios de :María empero, no de– bemos referirlos tanto a Ja Reina y Soberana, como a la. Madre. Por eso, los don•·~ dn l\faría no pueden engenurar eu nosotros ni aum(•J1tal· o1m cosa qu e el amor filial. Todo. sentimiento que no perteneciese a nuestro carácter de hi– jos no podría agradar a Ja gran l\íadre del Cielo. Debe– mos obrar sumisos a ella, como esclavos por amor, como estuvo Ella ante el acatamiento de Dios. A nosotros, pues,. hijos de María, toca glorificar a la Madre, atribuyendo a Ella todo lo que la doctrina franciscana le reconoce; per() debemos no olvidar que el mayor homenaje tributad<> es el de la imitación de sus virtudes. Está bien que J~ digamos: Mihi adhaerere tibi bonum est, b et quid volui, post Deum, super terram? '' '' JIIIater, cordis mei' '···– Pero nos faltará una cosa: la copia.. Imitar sus virtudes. Primero la fe. Meditar estos textos: "beata quae credi– clisti". "Beati qui audiunt verbum Dei et custodiunt illud"; Beati qui non viderunt et crediderunt. Fieles tua t•~ salvum faciet ". Pero una fe que obra por la caridad: "quae per caritatero opcratur" (O al. 5). Son las dos virtudes que encierran todas las t]('mús y retratan el al- ma de María: fe y car·idad. · Las lecciones de ·la madre se ven practicadas en su vida. Dios nos la dió, como ejemplo y dechado de toda. virtud "illnqu.am perfectiss(mmn exemplar, divinamque. virtutum omnium formam". La imitación es la consagra– cióil de nuestra verdadera filiación. Salve vitiae reparatrix Reginarum imperatrix (1) Sobre la devoción y culto al Coraz6n de Marra véase el Apéndice JI. 126-

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