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TALOR D:B LAS OBBAS. vidad cordial de sus hijos. ¡Quién pudiera morir como• aquel capuchino Fr. l<~ulgeucio de Aseoli exclamando: ¡Oh Jliaría, la más hermosa de );;s criaturas! quiero tu compa– ftia; y se fué raudo en los brazos de su o.:~lestinl 1\Iadre.. Desde luego, nuestra vida debe remontarse a JesúS– y María, y todo, en esta Yida, <lebemos hacer para Jesús. y María. En lo que hacemos de obras buenas para la eternidad. hay tres cosas distintas·: valor sa.l iofactm·io, valor ·impe– tra-torio y mérito. Con lo primero, pagamos por las deudas contraídas con los pecallos. Con lo segundo, alcalizamos nuevas gracias para nosotros y para el prójimo. Con lo· terc~ro, contraemos o adquirimos un derecho a la recom· pensa de la eternidad, y a un acrecentamiento de la gra– cia santificante. De las primeras obras (satisfacción o impetración), podemos despojarnos ~n favor de terceros. Nunca, empero, podemos desprendernos del mérito de una obra buena. Este m(·rito es inl!<'rente al alma que lo consigue. Es cm,a personal. Ln intrural frrtll!'n·idad del alma cristiann nos ohlil-!:íl a tnintl· (•o n cariiío d reino del Purgatorlo (\llvi:nHio :dlfl 11\IP!·d l':l..; :-;;disl'at~iOlll 1 !) por ma– llOK de María. Es decir: JIOS <]p,pojaJnos <le los doK prime– ros frutos de las obras hnenas y se las entregamos a Ma– r ía, para que disponga a su voluntad. No podemos hacer el sacrificio del mérito pe1·sonal, pero también podemos entregarlo en manos de la Virgen para que nos lo conser– ve, impidiendo que caigamos en pecado morta'l. Queda en Ella como en depósito. De las obra~ buenas, oraciones, mortificaciones, limosnas, etc. nos desprendemos por el acto heroico, quedándonos sin disponibilidad para nos– otros ni para los demás. De suerte que, por medio de este dr¡¡pojo, quedamos sin poder socorrer a las almas, ni aún las de nuestros más próximos parientes. Todo queda en 124-
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