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. ' iienes que no sea mío 1 Desde tu creación a tu redención, me debes todo a' mí, porque así lo quiso el Supremo Ha– <ledor. ¿Qué me das que no sea mío cuando te entregas a mi amor por esclavo '! Nunca fuí yo más engrandecida que cuando m\) ofrecí como esclava u Dios, al oír el saludo del Arcángel.. .. "Ecce ancilla Domiui. Aquella esclava fué hecha Reina y Madre de Dios". Nuestra esclavitud, respecto a l\Iaría, es un efecto de nuestra filiación perfecta.... Esta donación total se impo– ne de una manera apremiante desde que admitimos que María es la causa moral de todos los dones naturales y sobrenaturales. El hijo debe ser, sin reservas, de una ma– dre como ella, que sólo busca nuestro engrandecimiento y felicidad. Debemos practicar la esclavitud de afecto y la escla– vitttd de efecto. Nos debemos reconocer totalmente de María, y debemos obrar totalmente para gloria de ella. Como lo que se hace para gloria de una madre redunda en gloria del hijo, lo que hacemos por María, resulta un obsequio hecho a Dios, que es su Hijo. No se roba a Dios cuando se .da a María; al contrario, para ser más de Dios nos declaramos siervos de María. Nadie quiere ·ni procura con más fidelidad que la Virgen el reino de Dios y su justicia. Ser esclavo de María, es entregarse a Ella como prenda que perten~ce a Dios. -en el siclo XVII cierta.s esclavitudes condenadas, que no rezan con ésta. Todavfa aportaremos otro detalle. La esclavitud Mariana existfa en Alcalá de Henu.ros en 1.595. De ella brotaron las del P. Simón de Rojas, Bartolomé de los Rtos, P. Alvarado y la del B. Grignon de Monttort. El franciscano P. Juan de Los Angeles fué acaso el primer apóstol de la esclavitud mariana. (Cfr. Es~ -clavitud Mariana por el P. Juan Baut. Gomiz. O. F. M. 1946). ]22 - ·

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