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CAPITULO XV Nuestra filiación pcrfecta. Salve •anota Paren• eu. .t.sa puerpera a.,.em. Después de las reflexiones que acabamos de hacer, sal– ta a la vista el importante tema de nuestra filiación res– pecto a María. No basta considerarla como Madre; he– mos de mirarnos como hijos. En razón de tales, debemos confiar absolutamente en la protección de madre tan so– berana. ¡,.Acaso puede retraernos el mirarla tan alta y tan bella delante de Dios 1 S. Bernardo sabía hasta dónde se elevaba María, y no obstante, no quería mirar en ella otra cosa, que su misericordia! : "certe domina, cum te aspicio, nihil nisi misericordiam cerno ; nam pro miseris mater facta es". Estas palabras que, comentando la Sal· ve escribía S. Rrrnnr<lo nos obligan a decir a los pies de María Hcin11 y nuodrc• onis<'rÍ<·oo·diosn.: Salve Vll·gn vo•!'l'l domina. t·oulnrutn nostri miM~rurll úrdinls Minorum et mlserlcordiau Matrem dum te lt>t;o cum sim miser mereur ~sse tuus ego. No es una obligación nueva la r¡ur '''"''"'"" rpspccto a amar y servir a María. Le damos cstri..taznc•nt e lo debi– do, en razón de hijos. ¡Qué supone uu<•stm filiación, res- - 119

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