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f1 rbol y el fruto, deben recibir el homenaje t1e ·todo e1 r~<·nero humano en un plano divino, porque están unidos por unión hipostática. Jesucristo debe ser amado, ante todo, por que es cabeza de los predestinados. Hemos vis– to que la Virgen es la Madre de todos los predestinados por Cristo. La exaltación de ella sobre toda criatura ('~, para señalar el puesto que ocupa delante de Dios y (') que debe ocupar su culto en el corazón de las criaturas. BBlUI:r:t– CBIA'CU. DB .A todo esto hay que agregar la beneficencia que nos IIABU. acarrea la maternidad de la Virgen. S Juan la vió en el rapto apocalíptico, vestida de sol, porque así como el sol alumbra y calienta a todos, así el corazón de María bene- ficia a todos los humanos. Y ocurre que, cuando nos po- nemos bajo los rayos del sol benéfico que ilumina toda la tierra, no parece, que sea uno para todos, sino que puede juzgar cada cual que es para sí solo. Non est qui s~ abscondat a calare ejus. Nadie está privado de su ca- lor. Con ser María madre de todos, puede considerarse, por cada uno, como madre propia: ''ita communis om- nibus ut singulis mater sit propria". De modo que los de- votos que la aman de verdad, pueden pensar que sea ma- dre sin~nlar: "integra poterit ejus caritate frui". Podrá calla 11110 ~O'-Ilr ~in~ularmcntc, de toda la caridad de es- ta madre dl' todos, c·omo si fnc'I'H hijo ún·ico: "ac si unicus esset filius". l'o1· <·so .lc•Nús dijo a H.• Juan particularmen- te: "ecce mater tna" y 11 l\larín: .. ,.,.,.,. l'ilinH tnns". ¡Y qué Madre! Deo simillima, " ima~o !),.¡ puf,·l~t•rr· illta". Por todo eso y por otras muchas cosas illdt·c·ihl<'s, <·s .1\Tu- ría acreedora de nuestro amor y culto ('11 1111 pluno ¡¡n:vi– legiado. .A Dios le demos ciertamente el J.II 'ÍIIll'r lu¡.:ur, por- que nadie más excelso que El, y de uadi<' podl'l""" (•spe- rar más bien, que de El. "María es la sr~uudn HIIJli'Cllla excelencia, y de nadie podemos prometcmuH ""'yorc·s be~- - liC.

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