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¡.,,. Sautos su predestinación como el hijo debe a su Ma– dn· la existencia. No es ella sólo Madre del Verbo en ella •· t~(·arnado; es realmente la madre de todos los predes– t inndos. Mucho le enaltece el imperio sobre 'los .Angeles y Hu dominio sobre los espíritus infernales; pero el ser ma– dre de los predestinados es la gloria, acaso, mayor de María. Nadie sube al cielo sin que tenga que darle gra– cias, sin que ella le haya dado la mano como protectora. Los Santos en coros interminables, cantan al Corder(} inmaculado, bendiciéndole, porque los lavó y blanqueó con la sangre derramada en el Calvario; pero esta san– gre del Cordero que en realidad es suya, originariamente es de 'María, q1,1e se la dió. Hay que concluir pues, que todos los justos deben a la Virgen la sangre, en «nyos mé– ritos han sido predestinados y salvados. ¡Gloriosa ma– ternidad! -111

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