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·ma.na. El Verbo mantenía el alma y el cuerpo de la perso– nalidad humana, constituyéndose Cristo en dos naturale– zas y una sola personalidad. La naturaleza humana carece de su complemento humano que es la personalidad; pero la persona divina que es infinita, suple con enormes ven– tajas la humana. Lo sublime es que María es elevada a la maternidad divina sin dejar de ser madre ele la natu– ¡·aleza humana. Este misterio tuvo por objeto la reden– ción del género humano. Por eso, cuando en la muerte de Cristo se obra la redención; cuando ella va a perder a su Hijo Divino, que muere para volver al Padre, el Padre Eterno reemplaza al Hijo que se va, con el hijo que le viene, n1tevo hombre. Por eso, desd e el alto de la cruz, le dice Cristo: "Mulicr, ccce filius tuus ". Pero el hijo que ·se le entrega ahora, no es engendrado en su seno, como lo fné el que se va. Por eso ésta que ahora es madre del hombre, es madre espiritual y no carnal. María resul– ta ser madre divina del Verbo Encarnado y madre espi– ritual del hombre engendrado por la gracia de un nuevo ser. La Virgen puede dcrir clr J"ps(t~: •• 'J'ú rrcs mi hijo, yo te engendré en mi seno", pNo rc•spceto al hombre no puede decir, s"ir1o esto: •' 'l'ú eres mi hijo, yo te engendré en mi espíritu, por el amor y el dolor, al pie de la Cruz". Mujer, be ahí a tu hijo, dijo el Divino Cristo mu– .riente. El Hijo :verdadero que salió de su entraña dijo eso ofreciéndole a María el hijo del Zebedeo. Era trueque misterioso. El hijo del Zebedco era toda la humanidad _ya redimida. Era el homb1·e n11evo. Con el dolor de aquella Pasión, María engendró a este hombre, y desde entonces, ella, la Madre de Jesús es verdadera madre espi1'it1tal de todos los hombres. Todos los redimidos tie– -nen a gloria ' saludarla como a madre : '' Monstra te esse ~06-

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