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88 la~ fábricas los testigos vivientes de Cristo: que sacerdotes y seglares apóstoles se vayan iiltran– do en les 111edios obrero&. Muchas objeciones se han suscitado contra el nuevo método de aposto– lado. -¿C<'1mo-- se ha dicho--pueden esos· sacer– dotes guardar puro su espíritu interior, en esá ciénaga de inmoralidad y de materialismo? Es innegable que la continua actividad por una parte, y la relativa libertad con que e¡ sacer– dote se mueve en esos medio&, por otra, crea graves contratiempos a la vida de oración; pare– ce amenazarla de asfixia. Tampoco hay que di– simular .~1 peligro de la mujer, que, para algu– nos, pudiera ser realmente grave. Y esto debe tener presente quien se lance a los puestos de vanguardia. Pero, porque se corran riesgos ¿de– jaremos de probar fortuna? Y no sólo eso: ¿es que acaoo podemos renunciar a esa aventura que ~e nos impone? ¿Por qué hurtar el bulto a los puestos avanzados? ¿Acaso puede failtar la gra– cia de Dios cuando es mayor el riesgo por su · gloria? '• No somos, por otra parte, hijos de obe– diencia? Tengo para mí que esta vida de sacer– dote obrero, lejos de resfriar el espíritu intedor, lo aquilata y robustece, porque es mucho más necesaria la fe viva y operante en un medio pa– gano, que en la soledad y sereno fluir de la lrida Llaustral.
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