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.. 86 que la cultura del Seminario nos desgajaba ·de la masa. Nuestro modo de pensar, de reaccionar, de vivir, es muy diverso al del obrero; y por eso, nuestro ltnguaje, expresión de esa distinta psi– cología, choca con el suyo. Es preciso colmar el abismo que separa ambas culturas. e) EL OBRERo: El obrero no mastica sus pa– labras: es sencillo y simple; habla un lenguaje brutal, pero sincero y franco. Le horrorizan el protocolo y Ins cumplidos. Expresa sus senti– mientos con palabras vivas como fogonazos, sin remilgos ni rebuscamientos, pero con hiriente realismo. De él hemos de aprender esa simplicidad, y a desembarazarnos de tanto lastre ritualista de mala ley. Esa sencillez no está reñida con la más ex– quisita delicadeza, no etérea, de meras palabras, sino concreta y provechosa, de favores, ob– sequios, p_restaciones personales, etc. Y sin pu-– blicarlo a los cuatro vientos. Esa delicadeza exi– ge un pr 1fundo. espíritu de abnegación, espíritu (!Ue tantas veces nos ha emocionado. Son libe– rales y desprendidos, carecen del espíritu de pre– visión y de economía burguesa ; gastan cuanto tienen ·y luego.. . San Francisco tampoco enten– día de economizar para el mañana; se confiaba a la Divina Providencia y a ella se conflan har– tas veees, nuestros pretres ouvriers,. que han

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