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84 de¡ hombre por el hombre, por la grandeza mo– ral del ideal propuesto. Si los anarquistas no olvidaran el pecado original y la necesidad de la gracia. el cristiano más escrupuloso podría 9Uscribir su doctrina. Los anarquistas que fre~ cuentan nuestra barraca son simpatiqulsimos y, no obstante f:U ateísmo, más cercanos a la reli– gión cristiana que los comunistas. Hay que de– rribar ese fantasmón del anarquista bebedor de sangre, salteador de caminos y conspirador di– namitero. Cierto que son dinámicos, pero tienen una justa apreciación de los valores, rayana a veces en burguesa. "Los teólogos deber!an hacer por captar t:~e fondo cristiano, estudiando ra dogmática onarquista, a fin de darles la verda– dera noción de libertad y de moralidad, que bus– can afanosamente y tratan de inculcar en la ma– sa. El mo;,imiento anarquista va toma11do cuer– po y la C. N. T. hace notar su presencia. 3:) . Es el trotsquismo (P. C. 1.) el <:omunis– mo extrcmi~ta y puro. Partido de nueva crea– ción en Francia y de gran empuje. Los mejores de los shdinianos, hastiados de las piruetas de sus jerifaltes. se sienten atraídos por el extre– ·mismo de¡ !-'. C. l.

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