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\ ~ató, al siguiente, seis hermosos vasos. No pu- Je rchusarlus, porque lo habrla tomado a ofen- .,.a. jamás insinué que lavaran mi traje de faena; pero mucho~ tunes lo encontré, al volver a la fA– i,rica, bien la"ado y reparadas sus averlas. To- • da muestra de agradecimiento es excusada. Obran con naturalidad y sencillez, como si la cosa no tuviera importancia. Hacen favores a quien los necesita, . sin esperar otros extremos ce gratitlld que el retorno, si ellos se llegaran a encontrarse en semejante situación . angustiosa. Una obrera, que tiene un pequeño huerto, en– v!a tres veces por semana, a la barraca de los pretres-ouvriers, patatas, zanahorias, legumo bres... -Es algo admirable-comenta el P. Roga– tJen-la sencillez y naturalidad con que estu gentes ejercen sus obras de caridad, ¡:,ese al pa· ganismo de su alma. ¿Acaso no pueden ser esos sentimientos la levadura de su recristianización7 ¡.Qué buen asidero, éste de la generosidad po– 'ular, para una Religión que, como la nuestra, t's todo amor! La caridad es el primer manda– miento. Y ese mandamiento es levadura de lll (:Jase obrera. He visto trabajadores que sacrili– - 'lro'l sn s~bado para ayudar a un compalilero a de,oter, transportar y reconstruir su barraca. V ~qb de Jtno ha cedido a su vecino menos afor– tunado, ll''lcinsamente o por precio irrittOrio, una

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