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• 77 ticn cncer.c.l!asele la sangre de indignación. Aguantó ·muchos dlas y hasta semanas. Y la in– justicia y los tratos inhumanos continuaban a la ordt•n del uta. Uno de ellos, santiguóse el P• Rogatien más que de costumbre, armóse de va– lor y se presentó ante su patrono. Cantóle el · Evangelio y las Epístolas, aunque sin perder la mesura y el respeto.. . y aguardó la reacción del capitalista. y la reacción se produjo inmediata– mente: expulsión del P. Rogatien de sus talle– res. Como reguero de pó'lvora se extendió la no– ticia entre los obreros (unos 700). Y su reacción fué también inmediata y espontánea: o el P. Ro– gatien regresaba al taller o se declaraban en huelga. E¡ patrono tuvo que arriar velas y rec– tificar. Y cuando la tormenta hubo amainado, vol– vió el P. Rogatien a golpear el hierro 1 • Por tortuna, aquel señor era, en el fondo, mejor católico de lo que él mismo podla pensar. Y las palabras del sacerdote obrero cavaron lo que pareció dura roca y afloró la justicia y la caridad cristiana en vena abundante. En los ta– lleres de Rhonelle, no volvió a conocerse la ex– plotación del hombre por el hombre. t. Hemos creído oportuno publicar íntegra la carta del P, Rogatien en elll Apéndice a este trabajito.
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