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82 la habla subtraído por unos momentos (pese a la vigilancia del portero) y, al volverla a su puesto, la ll:1bía dejado sin guardabarros, con varios radios de menos y con la cadena hecha una maraña. ¿Qur hacer? Por el momento, tas– car el freno. Pasaron dos dias; faltaba uno pa– ra la Asamblea General Obrera. Consulté con el contramaestre y con el jefe de equipo y ambos me aconsejaron que hablase públicamente del caso, al dla, siguiente. ASAMBLEA GENERAL OBRERA. La concurrenr.ia es nlitridisima. El presiden– te invita a los camaradas a tomar la palabra. Ento_nces, :!l P. Rogatien, ante la expectación gene-ral, se ·ll'vanla. El auditorio queda con el al– ma en vilo. Hay un sordo cuchicheo: -El fraile se ha puesto en pie. ¿Qué dírá? -"Mis queridos camaradas: Vosotros sa- béis sobrad:unente quién soy yo. No se me ocul– ta que mi presencia provoca en unos simpatias y antipatias en otros. Es normal. Muchos de en· tre vosotros, ·que no comparten mis ideas, hicié– ron~e encontradizos conmig;:¡ o fueron en mi busca. Departimos amigablemente y como bue- ..
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