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la ruina de la C. E. Acceden, ante la amenaza, a qtle se someta el ~aso a votación. t>or la tarde. reunión ·del· Comité. Nuevas y vio!cntas discusiones. Gar~onnet y un anarquis· ta son los mejores apologistas del P. Rogatien. Se gana la votación por 32 votos sobre 36 a fa– vor del curé. Sólo resta que ia Asamblea Gene– ral de ,¡a C. G. T. ratifique la elección, para que tenga validez, según sus estatutos. Y ahora empieza la obra ác zapa de los di– rigentes comunistas. Es una verdadera campaña elenoral contra ~e moine. La calumnia, el 5obor-· no, las amenazas, todo es lícito a trueque de im– pedir la aprobación de la Asamblea Genera!. Nadie más sañudo contra el pretre-ouvrier que la delegada comunista del comité local. El P. Rog:üifn espera tranquilo. Dios sobre todo. P~ro, en cambio, Fernando, aquel joven de tan rec– to ~entido de la justicia, no puede sufrir con pa– ci~I'Jcia la campaña de calumnias y se encara co.1 la delegada. Redam1 un tribunal de honor, porq¡¡e él quedó envuelto en la calumnia y exige reparación áe actuación· tan indignante. . ' \1.as luego se ve asaliado el valiente mucha– cho por el Jefe comunista l 1 .' Colombes que le tra•[, de cura y le amenaza con el paredón. Pe– ro Fernando no se arredra. Y después de ago– tar toda su dialéctica, le as;>sta, como un maza– zo en la nuca:

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