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46 -Mira, no hagas caso. Nadie le puede esto– magar. Hay que dejarle desahogarse. Y el P .Rogatien acepta estas invectivas pa– ra sentirse más solidario con el clero, y más consciente de la propia responsabilidad. --Usted s! que practica ia Biblia-concluye aquel pobre desabrido--. jesús era obrero como uno de nosotros. Los demás sacerdotes no son otros Cristos. jesucristo es usted, no los ot·ros. Poco a poco se va granjeando el P. Rogatien las simpatfas de todos. Un cigarrillo le basta para que el anarquista utópico, idealista, pero de rectitud excepcional, le abra anchamente las puertas de su conciencia. No menos idcalist•a y recto es FERNANDO, an– tiguo militante del partido comunista. Tiene 21 años. Sabe mucho de la vida de jesús y de su doctrina, que, en su pensar, ha sido traicienada por el clero. No siente especial antipatra contra él, sino contra su alianza con los ricos, porque un recto sentido de justicia le domina. Y él no puede consentir que tan duramente se explote al obrero. Recogió en un albergue más de 150 niños va- .gabundos y hambrientos; y abandonó la insti– tución por él fundada, porque sus compañeros pensaban más en el baile que en sacrificarse po r su:> prójimos. E~ un alma ansiosa de verdad. No cree en Dios; pero su conciencia le tortura.

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