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35 mina con frecuencia su labor y le va amaestran– do con oportunas indicaciones. Las mujeres pa– san y vuelven a pasar junto al nuevo obrero: le saludan, le dirigen muchas miradas furtivas y otras tantas llenas de franqueza y le hacen pre– guntas breves. El novato responde conciso y cortés. Ha vivido su primera jornada de diez horas. La alegria le desborda; ti1•ne el presenti– miento de que ha caído dans une chic boite. Su trabajo de tres semanas en esta primera dependencia del taller 21 le ha llenado de satis– facción. Ha alternado, como buen camarada, con todos y conserva el grato recuerdo de no ha– ber oído palabra malsonante ni presenciado in– sinuaciones de mal gusto. Solo, en un ángulo del compartimiento, trabaja y ora: invoca' inc~santemente al Eopírilu Santo y a la Santísima Virgen, para que vengan en su ayuda e infundan luz de verdad en aquellas pobres almas. · A¡ tercer día de su presencia en la fábrica y mientras se ·lavaban las manos en el lavabo co– mún, espetóle a quemarropa una de sus compa– ñeras de taller: -Oye, mon vieux-apelativo de cariño, muy común entre personas de confianza-¿tú no has sido cura? Aquel tu rincón parece un confeso– nario. -Señora mía·- responde el P. Rogatien - quizá sea eso más cierto de lo que pensáis.
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