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masa, en Clichy, entre 700 obréro~ empleados en la reparación de vagones. Allí pasó, con el P. Andrés Hubert·, su vela de armas y allí reci– bió el espaldarazo. -fe peux meme dire que cet essai de tro-is ':;enzaines m'a été une dure et pénible probation.. Nunca me sentí tan abatido y con ta¡ amargura psicológica. En un ambiente extraño, sin habi– lidad para el trabajo manual, aplastado por aquel cerrado paganismo y, sobre todo, tan aje– no espiritua'lmente al· alma obrera... Entonces me percaté del pesado lastre que tendría que· arrojar de mí, de la desnudez psíquica a que tendría que reducirme, del bourgeoisisme de na– fre culture clericale,- que nos impide la perfecta comprensión de la idio3incrasia obrera. -Yo os juro que durante este período de va– cilaciones, de tinieblas, de exploración, pedí a _ Nuestro Señor insistentemente la gracia de la encamación, es decir, la gracia di! ser totalmen– te un obrero, salvo en el pecado, a fin de que ellos a su vez puedan ser uno dt nosotros, un hijo de Dios, un hermano de jesucristo. ¿No es éste el proceso de l.a enca rnación del Verbo? ¿No se hizo Dios-hombre para que e¡ hombr~ fuese Dios?

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