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105 m<'nl<'. 1ldll' ,..-rlo t'/1 ll.'dos las horas de su exi,.;– tcnt"io, y l'll todos sus :tcfos, los más solemnes y los 1111ís .fuuuildt•s. Su ministcri<; será cultual. y proft!tiw. Scr:t ronsagranil', porque él está con– sagrado; sicutprc apcrcihi<lo y siempre presto a santificar los valores humanos." De donde podemos deducir, que el sacerdote obrero, partícipe del sacerdocio de Cristo, sera consagrante, porque él está consagrado. Su tra– bajo, producto de las manús consagradas rtc quien recibió esa encomienda, será por consi– guiente obra de mediación sacerdotal, de una mediación de consagración. Y el Padre Celestial no podrá menos de bendecir, a través de él (por los poderes recibidos y según el grado de su santidad personal), y santificar y consagrar, el trabajo de sus hermanos del taller y del barrio. Creo que, considerando la misión del sacer– dote obrero según esa correlación entre los miem– bros del Cuerpo Místico, nuestra obra queda mucho mejor justificada que desde el punto de vista de orden táctico, presentado por .Mgr. An– cel. Creo que nuestra misión es algo más que un modo de adaptación. Piensa Mgr. Ancel que lo ideal sería que los trabajadores invitaran al sa– cerdote a no compartir sus latigas en las fábri– cas. Nuestros obreros de Nanterre desautorizan rotundamente tales criterios. Opinamos que es en absoluto necesaria la presencia del sacerdote

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