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l()l dores, desde Adán hasta el postrer hombre!. .. Y su propio trabajo, qué bendición, santificación y consagración debió de ser del trabajo ele todos · los hombres y de todas las edades.. . ¿Quién du– da que jesús se sintió el responsable, el Media– dor solidario de¡ trabajo de esta muchedumbre de proletario-; que gime bajo la presión del ma– q!Jinismo y de todas las estructuras injustas del capitalismo moderno?... Y el Padre Celestial, al contemplarle ll e;:o de complacencia, al escuchar sus plegarias. ¿acaso no verla en El y a havés de El, a todo el proletariado de todos los tiem– pos, transfigurado, bendecido, santificado, res– catado? ¿Y no debemos aplicar estas mismas consecuencias al sacerdocio, al verdadero sacer– docio católico? El Carel. Suha rd continúa: ·'De aquí se deduce la trascendencia de la misión del sacerdote en la ciudad. Porque no podrá limitar su sacerdocio al Cenáculo, esto es, a la Eucaris– tía y a los· otros Sacramentos, que son como r.u complemento y coronación". No puede ser únicarnent·e el ministro del cul– to; su sacerdocio no será exclusivamente ritual, ni su mini sterio solamente sacramental. En otras palabras, no ha de ser sacerdote ún icamente por los actos que realiza de un modo intermitente, en virtud de los poderes recibidos. Por su mismo carácter, debe ser sacerdote ininterrumpidamen– te, sin solución de continuidad y aún invisible-

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