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-- 88- 3, 4). No tuvieron, pues, los baskos antig uos tanto horror a] tuteo como los nu estros. A nadi e extraña que en latín habl emos de tú a los padres, a los sacerdotes. &. Los caste– llanos tutean a Dios. En cambio, los cuzkal– dunas, atados al carro de la rutina, se alarnn– rían si me oyesen: "Keu kaza, Jaungoikua, zer– ti-egillea; Tu eres, Dios, el Creador del uni – verso. Y sin embargo, la oración baskonga da es tan respetuosa como la castellana. En Amé– rica latina y en algunas regiones de la pení:1- sula se ha generalizado bastante la costumb:·c de hablar de tú los hijos a los padres; y éstos de V d. a aquéllos. Positivamente me consta 1ue la innovación impresionó dcsagraclahic– mente en algunas provincias de Espaíia. y la rechazan como un atentado contra la autori– dad no pocos nativos de la patria de Cerv:tn– !:es. ¡Protesta inútil! A pesar de los pea ares. ;a innovación ha tomado ya carta de natu raleza . Los baskófilos reformi stas no pretendemos tan– to; no exigimos que se trastruequ en los trata– mientos; nos contentamos con qu e para ha– blar con las segundas personas se util icen los nominal es de las segundas personas, dejotnck los nominales de las terceras. . . para las ter– ceras, y con que se designe como Dios manda el número de las personas. Me parece una re– probabilísima anomalía emplear la segunda del plural para dirigir la palabra a una so la persona. No ignoro que ese ahu:;:o no solamen– te lo tolera la lengua francesa, sino que cifra en él su politesse, y qu e el alemán escoge las terceras personas del plural para conversar co:1 un solo individuo. Tamaíios barbarismos y otros de la misma o parecida laya permiten

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