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- 75 - ·vas necesidades; había que disting-uir de algu– na manera -la seg-unda del s-ingular d·e la del plunrl, y para lograrlo aiíadi~ron Jos baskos el afijo p!uralizador te a la flex·i<'>n que primiti– vamente act·uaba de segunda de pl ural. l ,os be– napartarras a-glutinaron inme<ha.t;Ltll'e·nte el plu– raliza-dar te a la Plexión ziz; en ca•mhio los baskos de otras regiones conv ini-eron en su mayoría en interca-lar una a (fonética?) entre el pluralizador te y el núcleo verbal. Y al ll e– gar a este pu·nto la evolución Jingüísti~·a. esta– ba abierto el camino para la metaforfo,.;is d·: 'la z en r ; el zezeo de zizate resultó inarmóni– co y ocupó la r el puesto de la z. Las otras personas en las que aparece también la r si– guieron el cle.s·envo-lvimiento de la segunda del plural, no sólo en l·o que re-specta a la r sino también en otro-s adi-tamentos. La ley de sim– patías es madre fec-unda de muchas generacio-– nes, a veces espurias, a veces muy legít-imas. 62.-Iraun no interviene en la·s fl ex ione:; nominrule•s. En estas fle)Cíones o en las cuasi– nominaAes no aparece para nada el 11Úcleu iraun, ni siquiera se advierte en ellas el 1n cnor rastro de la r; to<lo el g-asto Jo hacen la z y la k. Y ¿es presumjb•le que sea tan volu-ble el núcl~o v·erbal ? En todas las cvolllc iones úc la conju– ga-ción transitiva es constan•lc el núcleo en \as flexiones llamacla's ob jetivas, objetivo-nomina-· les y nominales: ¿no podríamos dedu-cir de dk que en las intransitivas debió acontecer otru tanto ? A e-sto responderá e.l seií<ll. Camp;c'>11 <JUe el núcleo de la:s cuasi-nomina·les es muy -diferente cid núcleo de las direotas. A juicio del eximio escritor nabarro e-1 núc-leo de las nomi-

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