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1 1 1 ,¡ 1' r¡ lll . ! ~8 - más que un euzkera, y las ·di\·erg-encias actua– les y las diferencias dialectales son deg-enera– ciones monstruosas que afean la hermosura del idioma primitivo. E n el estudio que citá– bamos hace poco se aducen como razones po· derosas para rechazar la idea de un dialecto nuevo. habla media; 1. 0 que esa leng ua está todavía por hacerse; 2. 0 que, según nos en– seiia la experi encia. difícilmente se llegaría a un acuerdo en asunto ele tamaiia importancia. y fi nalmente que, sup uesta la formaci ón del nue\'o dialecto ecléctico, digámoslo así, se im– pon e a todos (gipuzkoanos, bizkaínos, etc.) ei trabajo de estudiarlo. Estas razones no son tan fuertes y funda– das como parecen a primera vista. Supónese que las diferencias dialectales son d e mayo r bulto de lo c¡uc son en real idad, y supón ese ad emás bastante gratu itamente en Yerclad qu e los euzkahlunas habrían de aprende1· el euz– kcra reformado y unificado como un idioma nuevo. TU. - Necesidad de obrar 9- - La unificación está por hacerse, y en vano ponderaríamos sus ventajas y mara\·i– llosas consecuencias. . . cruzándonos de bra– zos. Para c¡ue aquélla sea un hecho no es ne– cesario que lleguen a un acuerdo común to– ¡]os los cultivadores de nuestra lengua, ni si– quiera la mayor parte. Basta, en todo caso, que los fundamentos sobre que estriba la obra de la unificación sean firmes y sólidos.

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