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'P•eám,ulo Treinta y ocho años de ministerio Sacerdotal y ejer– cicio de misiones y el haber conocido a los que predi– caron con e.l Vble. Padre Adoain, podrían prestarme aú– dacia para aspirar a ser punto de enlace entre los jóve– nes Sacerdotes de hoy y los misioneros clásicos anti: guos. Aun así no me hubiera aventurado a exponer ante una respetable ·Asamblea de señores Sacerdotes de .la Diócesis de Pamplona una norma de predicar misiones y menos ante otra Asamblea de religiosos Hermanos míos de H6bito, si no hubieran mediado la Obediencia y la Caridad, dos potencias irresistibles que llegan bas– ta lo sorprendente, basta el milagro. El Excmo. Sr. Obispo de Pamplona Dr. Don Maree– lino Olaecbea y mi Superior Provincial M. Rdo. Padre Serafín de Tolosa pronunciaron la palabra sagrada: OBEDIENCIA. Y mis Hermanos, predicadores jóvenes, invocaron la CARIDAD. Y hube de acometer la em– presa.

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