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80 El Misionero práctico tiene medios sobrados para ello. Deja, pues, a Dios el oficio de Juez. Ya está en buenas . manos la causa que quieres sustanciar contra el adversario. Caín mató a Abe!. ¿Y qué consiguió? Dios vengó la sangre .de Abe! y castigó "dUl·amente a Caín. ¡No queridos míos! No quiero ver a ninguno de vosotros abandonado a la suerte del infortunado Caín. Yo sufriría si os viera así.. . Y snfriría vuestro Angel Custodio. Sufriría vuestra tiernísima Madre la Virgen que os quiere llamar siempre hijos mios; hijos, y no fieras... ovejillas suyas, y no lobos... Si obras inconsideradamente, no conseguirás lo que an– helas. Habrás de sufrir aun peores ~onsecuencias. Te crearás más enemig.os . Otro t<>mará venganza de tí y te ·perseguirá sin dejarte descansar. Y lo probabJe es que sean muchos, y no sólo tus perseguidores. ¡Ah! ¿Y vivirás sometido a tales zozobras? ¿No gozarás de la vida de familia? ¿No podrás alternar con tus amigos tranquilamente? ¿Tendrás siempre a la vista a tus adversarios que se multiplican como enjam– bre de abejas? No es lo puesto en razón la venganza privada. Sería el mundo una red de rencores, de castigos, de acechos, de per– secuciones. No se podl"Ía vivir en sociedad. Un hombre para otro hombre, sería lobo, lobo rahioso y sediento de sangre. Y unos. habríamos de huir de otros. 2. 0 NO ES CbBARDIA Yo sé que entendéis estas razones y las pesáis con buen criterio. Pero temo que el enemigo de vuestra salvación os dtcte una frase: Sé· de cierto que la está pronunciando a vuestro oido. Y no os ocurrirá sospechar que es vuestro mayor ene– migo quien os la pone en los labios...

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