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El Misionero práctico 49 1raen al . Confesonario, pidiéndole que reprenda tal o cual vicio del pueblo. No preste crédito fácilmente a las revelaciones o vi– siones que le sean referidas por mujeres, cuya -imagi· nación y nervios habrán sufrido fuertes impresiones an– íe la meditación de las pavorosas verdades eternas. Si alguna ·mujer se desmaya o fii1ge desmayarse durante la confesión, el confesor avise a cualquier se– ñora que le preste los oportunos auxilios. Muéstrese muy reservado con las mujeres que le ruegan los pregunte más y más. No es muy aventurado sospechar que alguna vaya ut laqueum Confessario in– jiciat. Con los niños y adolescentes se empleará suma dis– creción en las preguntas. En ciertas materias la mejor garantía de la inocencia es la ignorancia, dice el Abate Gaum.me. Y aun tratándose de adultos, no es prudente preguntar TODO a TODOS. Véase el canon 888, 2. Si observa que algunos penitentes son víctimas de la vergüenza al principiar la confesión, adelántese a ha– cerles las preguntas que serán en forma sugestiva: e. g. •Se habrá callado en otras confesiones algún peca– do por vergüenza, verdad?..... Se le habrá escapado al– guna blasfemia casi todos los días, no es eso?..... Mu– chos días festivos habrá dejado de asistir a la Santa Misa, a veces por ocupación, a veces por pereza?....• No permita narraciones históricas de los pecados. Así evitará el peligro de la revelación -de cómplices; y librará al penitente de una carga que cree quizá ser obligatoria. Además ganará tiempo. No podemos obli– gar al penitente a que declare otros pecados que los mortales, ciertamente cometidos ciertamente no confe– sados. No es conveniente que los Sacerdotes de la Parro- •

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