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114 El Misionero práctico man contra un reo augusto que aparece en la galería de ese palacio que es el del Presidente romano. Ese reo no es ..>tro que J esucristo. Está pálido, ensangrentado, la cabeza baja, las manos atadas, los ojos clavados en el suelo, la respiración fatigosa, rápida. Ha sido cruelmente maltratado. ¡Ah! ¿sien– tes indignación al ver así a tu Dios y Salvador? Pues bien; te revelaré cuál es la causa inmediata. La causa inmediata es la lluvia de blasfemias que lanza ese ··pueblo judío ensa– ñándose .contra él. ¿Quieres sumarte a ese grupo que obliga al Presidente a maltratar a la divina víctima? ¿Quieres ser responsable de esa sangre divina ? No. No quieres. ¡Tiemblas ante ese solo pensamiento!... · Pero vamos a ver cómo acaba esa tragedia. Subamos la ladera· de ese monte próximo. Ya corre la muchedumbre pal'a escalar la altura. Ya llega la comitiva que escolta a la divina víctima. J esús, jadeante, abatido, muy inclinado, lleva el leño pesado sobre la espalda. Va a ser ajusticiado en ese madero... Oyense repetidos golpes de martillos. Ya está clavado de 1Jies y manos. Lo levantan suspendiéndolo. entre el espacio y la muchedumbre. Ahora puedes ver bien. Fíjate en el estrago que los jueces y verdugos han hecho en ese cuerpo. Pues bien. Esa horrible carnicería· ha sido causada por los gritos de blasfemia de los Escribas y Fariseos. Y esos impíos lo ven. Y, no se conmueven. ¡Y continúan blasfemando! ... Y Jesús, Cordero inocentísimo, paloma cándida... ·desde la cruz mira con ojos ya apagados hacia el grupo ingente que le rodea... Busca algún rostro amigo para consuelo... Y desde allí te busca a ti. .. A ti, cristiano.. . posa sobre ti sus pupilas benditísimas, pensando que le vas a bendecir y dirigir frases de cariño ·y de agradecimiento... ¡Hijo mío (te dice), soy· tu Padre! Pero ¿qué oigo? ¿También tú me maldices? ¿Qué mal te he hecho yo para que así me injuries ? ¿En qué te he disgustado? ... «¡Oh, no! ¡No amantísimo Padre mío! ¡No inocentísimo