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El Misionero práctico 113 10.• EXHORTACION Y CONTRICION ¿ Hay aquí alguien que se halle dominado por el VICIO de ia blasfemia? Yo quisiera hablarle confidencialmente, a solas, como a un amigo. Hermano mío queridísimo, redimido con· la sangre del Hijo de Dios... ven un momento conmigo. Des· cendamos y acerquémonos a esa mansión de horrores a ese a bismo que llamamos infierno... Observa con atención... Ahí verás al enemigo irreconciliable de Dios. ¿Su nombre? Lu– eifer. El ser más desgraciado del universo, el más repug– nante. Sufre tormentos inauditos con los que no pueden com– pararse los más crueles tormentos sufridos por la Humani– d ad. Fué creado por Dios para que le sirviera y para gozar de su p1·esencia, para ser luz. vivísima. Y ahora es tinieblas, oscuridad, deformidad moral ; y vive en perpetua desespera– ción. ¡Situación horrorosa sin espe1·anza de libertad! Ese... ese es el inventor de la .blasfemia. Esa es la suerte de todos los incautos que le imitaron blasfemando el nombre de Dios. ¡Ah si pudieran corregir su error!... Pero ya no es tiempo ¡Venit· nox! ¡Han sido sorprendidos por la noche... por la noche eterna· que no tiene sucesión de día.. . Yo no quiero que tú llegues a sufrir la misma suerte. No naciste para ser un desdichado eterno; no has nacido ·para vivir en compañía de los réprobos. ¡No, y mil veces no!... No has nacido para vilipendiar a tu Dios y tu Padre perpetua– mente. Pues bien; ¡no le maldigas ahora! ¡No le maldigas mañana! ¡No le maldigas ni un solo día de tu vida!... Pero huyamos de semejante lugar. Ven. Acompáñame un momento más. Entremos por la puerta de esa vetusta ciudad. Es J erusalén, ciudad de recuerdos que conmueven al más estóico. Vamos a ocupar un puesto en la plaza. Ahí están r eunidos todos los habitantes de la ciudad. ¿Qué acontece? Oye lo que gritan. Lev:antando las manos crispadas, blasfe- 8
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