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108 El ·Misionero práctico que la considera, porque es la historia de la justicia y de la venganza divina. Dios vela por la honra de su nombre y de– be restaurar el prestigio que le roba el que le maldice. El rey Senakerib de Jos Asirios puso cerco a la ciudad de Jeiusalén en que reinaba el piadoso Ecequias. Conmina la rendición, blasfemando el nombre de Dios. Pero llegada la noche, un ángel exterminador dió muerte a 185.000 soldados asirios. El rey huye a Níniv'e, donde fué asesinado por sus hijos Adramelech y Sarasar (IV Reg. cap. XVIll y XIX) . ·De la negra historia de la blasfemia no puedo menos de arrancar alguna,s lineas mas: Recordad al petulante faraón de Egipto Ramses 11 que perece ahogado en el cauce del mar rojo después de haber visto asolado todo su reino con· diez plagas mortlferas. Y al rey Manasés que fué derribado del trono y condenado a purgar su soberbia con la ignominia de las prisiones. Y la muerte trágica de la reina J ezabel, que lanzó un reto a Dios y fué comida ·por Jos perros. Si no os fatigara, os citaría al rey Baltasar que cuando se hallaba en el apogeo de la algazara de un banquete, vió en el espacio una mano misteriosa que escribió su sentencia de muerte, que fué ejecutada pocas horas después por sus enemigos. Os describiría la horrible tragedia ocurrida al pie del Sinai cuando se abrió la tierra vomitando llamas en las que perecieron muchos millares de hebreos que fecerunt blasphemias magnas (11 Esdras, IX, 18) blasfemaron al mis- · mo tiempq que danzaban ante una estatua por ellos f abricada. Os referiría la desesperada muerte de Antioco ·que acabó sus días carcomido de gusanos (11 March., IX). Y la infortunada suerte del soberbio Holofernes que feneció a manos de una mujer, que le cortó la cabeza. Y refiriéndome a épocas posteriores habría de aludir al heresiarca Arrío, que murió arrojando las· entrañas; a Julia· no emperador, de quien ya hemos hecho mención; y al impío

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