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El Misionero práctico 97 niega a obedecer, y no comparece ante su padre. Pero otro al recibir el mandato, monta en cólora y ardiendo en ira, :frenético, va a buscar a su buen padre y le abofetea, lo de– rriba a tierra y lo abandona confundido con el polvo y la basura. ¿Cuál de los dos hijos ha demostrado tener corazón más ruin? ¿Cuál ha incurrido en más grave responsabilidad? Señalais con el dedo al segundo y decís: 1ese es el monstruo de ingratitud!... . Pues bien; cualquiera que quebranta un mandamiento de Dios es un ingrato. Pero el blasfemo es el monstruo de in· graütud. No hay prevaricación comparable con la suya. La audacia feroz del blasfemo llega hasta querer confundir a Dios con el polvo, con la ·basura. 1Ah! responsabilidad que parece tan grave como la de un apóstata! Examinemos dos extremos, ya que la injuria del hombre se dirige directamente a la persona del Señor. ¿Quién es Dios y quién es el hombre? Cuanto más noble es la persona ofendida, mayor gravedad reviste la injuria. ¡Quién es Dios! Preguntémoslo a los seres que han visto algo de su poder. Díganlo aquellos ejércitos de seres espiri– tuales que brotaron los primeros de las manos de Di<>s, y que vieron fulgura~ el rayo de su ira infinita cuando preva– ricaron la tercera parte de ellos. Hablen aquí por mi los ha– bitantes de Sodoma que experimentar'on una chispa del furox divino. Cuente algo del poder de Dios el rey Faraón de Egip– to cuyo país fué asolado con horribles plagas a una ·seña1 del .dedo del Omi:ripotente. Que repitan ochocientos mil he- . breos lo que exclamaron· al oir la voz del Altísimo que les habló desde la cumbre del Sinaí. Cayendo rostro en tierra , clamaron con labios trémulos: Que no nos hable el SeñoT otra vez porque moriremos. Hable por mi el gran caudillo Moisés · que a la orden del Jehová realizó maravillas sin cuento. Y que nos digan sus impresiones los habitantes de Jericó que vieron derruirse instantaneamente las ciclópeas 7
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