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80 Vida de San Fidel al pié del altar. Acercóse a él el sacristán y le aconsejó que no saliese de la iglesia en vis· ta del peligro que le amenazaba. •Buen hom· bre, respondió el misionero, estad sin cuidado. yo no tengo apego a la vida; la he puesto en las manos de Dios y en :1as de su santísima Madre. » Dicho esto, salió por la puerta de la sacristía. Acompañábale el capitán austriaco Joaquín de Colonna, barón de Fels. Tomaron ambos una senda que conducía a Griisch, sustrayén· dose a sus enemigos por una curva·del cami– no. Llegados al campo de Seljanas, a un tiro de fusíl de Seewis, cayó sobre ellos una ban– da dt! rebeldes. El oficial fué conducido al castillo de Salís en Seewis , y los amotinados, armados de espadas, horcas y porras, cayeron sobre el Padre más fieros que el león cuando se arroja sobre su presa . ¿Aceptáis o no nues– tra fé? dícele uno de ellos. «Yo no he venido aquí para hacerme hereje, respondió con cal– ma, sino para extirpar la herejía y devolveros la verdadera religión católica. Espero y con– fío firmemente que volvereis á abrazar la fé de vuestrospadres. • Desenvainó uno la espada y la hizo vibrar en el aire, cayendo sobre la cabeza del P. Fidel. <¡jesús, María! exclama– ba este, venid en mi ayuda • y cayó de rodi· !las bañado ensu propia sangre.

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