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_ _______ d_e_S_ig,_mc::__a_ri~ng_a _______ _ 7_.5 todo fué inútil. Los paisanos, excitados por los ministros herejes, respondieron ron mil groserías al documento. «Defenderemos hilsta el fin, si es preciso, con las armas, la fe que nos han enseñado los predicantes, » clamaron a u11a voz. Detengámonos un instante ante sus clamo· res. Antes de que oigamos sonar la hora san– grienta que ellos invocan, juzgamos necesario refutar las calumnias lanzadas por los protes– tantes a propósito de la Orden disciplinaria. CAPITULO XXI Lobos y corderos ~A publicación de la Orden recrudeció más ~y más el odio contra el Catolicismo, y muy particularmente contra el jefe de los misione– ros. Los ministros de la Reforma vociferaban contra la intolerancia y tiranía, y muchos de sus historiadores se han hecho eco de es· 1 tas quejas. En esta ocasión, como en tantas ___ , ;

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