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40 ·--- -V-'-idc.:..a de San Fi¡lel llevaba su reprensión como el último de los soldados. Tenía un don especial para atiistir a los moribundos. Los soldados enfermos mira– ban con simpatía la muerte, una vez p· epara– dos por el P . Fidel; y los condenados 11 muer– te querían a todo trance que el Padre les acompañara hasta el lugar del suplicio, pues esto les hacía más soportable la muene. La peste húngara hizo su aparición en el ejército y causó numerosas víctimas. El P. Fidel se multiplicaba por asistir a los apesta– dos y llevarles los auxilios espiritualPs. y aún obtuvo la lict>ncia del comandante en jde pa– ra trasladar los soldados enfermos al co· v~nto, donde fueron objeto d~ los más titrno' cuida– dos . En ffn, en el cuartel, en el hospital. en las ambulancias, la aparición de un angd del cie– lo no habría causado alegría más grande que la presencia del P. Fidel.

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