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Vida de San Fidel veía en la precisión de pasar junto a una mu– jer, o de hablar con ella. > La pureza, dice el Espíritu Santo, es un lirio que para crecer y desarrollar su corola, necesita estar rodeado de espi nas. Estas espinas tlitelares eran en el P . Fidel, la prática de una mortificación he– róica. Aynn~ba las siete cuaresmas que acos– tumbraba ayunar el Penitente de la Umbría, o sea casi todo el año. El viernes limitábase su co:n1da a un solo plato. Desde la Asunción de la Virgen hasta la festividad del arcángel S. Miguel, contentábase con una comida, y no pocos días con un solo plato: durante toda la cuaresma no tomaba nada por la tarde. En las vigilias de las fiestas de María Santísima, de los apóstoles y del Padre S. Francisco ayunaba a pan y agua. Eran estas mortificaciones tanto más meritorias, cuanto el rigor de la tempera– tura de Sniza y Austria reclama para el cuer– po una alimentación más abundante que en los paises cálidos. En los viernes, sábados y vigili as de la Virgen y de los Santos de nuestra Orden usa– ba un cinturón de hierro. eri zado de puntas, y éranle familiares las disci plinas sangrientas; pri vábase del sueño necesari o, pasando gran parte de la noche en la oración y en otras ta– reas de su cargo. Austero para sí mismo, era todo bondad y ...

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