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30 Vida de .San Fidel nera hábil de presentarlas nos prueban a IHs claras que el Santo trabajaba bien Jos se1 ma– nes. Explicando en cierta ocasión la resurrec- ción de Lázaro y las lágrimas que derramó Je· sús sobre su sepulcro, afirmó que el Salvador pensaba en aquellos momentos en el hedor del cadaver espiritual, esto es, del alma muerta por el pecado mortal. « Jesú; llora, y noso!l os pecadores permanecemos tranquilos, satisfe– chos, como si nada malo hubiéramos hecho. Hemos pecado; ¿que hacer ahora? No llorare– mos lágrimas de arrepentimiento? Pobre peca– dor, qué es Jo que vé Cristo en tí, que le aili· ge y le hace llorar? Es tu alma muerta, y so· bre ella se desconsuela y llora . El te pregun– ta: ¿Dónde la has puesto? ¿en las riquezas? Sal del sepulcro. No pongas en ellas tu cora– zón; porque es más dificil entrar un rico en el reino de los cielos que una maroma por el ojo de una aguja. ¿Dónde la has puesto? ¿En la usura? en Jos intereses? Sal {!el sepulcro; de qué te servirá ganar todo el mnndo si pierdes tu alma? ¿Dónde la has puesto? ¿Quizá en las pasiones emponzoí'íadas de la carne? Pues, ni Jos impúdicos, ni los adúlteros entrarán en el reino de !os cielos. Sal del sepulcro antes que hagas de tus pecados un hábito maldito, antes que empieces a despedir hedor por tus malos
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