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. ... de Sigmaringa 99 A la tercera vez, el niño José, fijos lo~ ojos en la imagen del Santo, sintió afianzarse sus pier– nas, se levantó, arrojó las muletas y empezó a saltar en la iglesia lleno como estaba de inmensa alegría. Habíase curado radicalmente. El P. Cándido de Milán estaba abrumado de una verdadera legión de enfermedades. En lo más recio de las convulsiones que padecía arrastrábase por tierra y daba con la cabeza contra las paredes . Durábanle estos accesos cuatro o cinco horas, y a veces días y noches enteras, lanzando gritos, mejor dicho, aullidos espantosos. Cuanto comía o bebía lanzábalo al instante. Diez aiios duraron estas torturas siendo la desesperación de las eminencias mé– dicas . La víspera del domingo de Ramos, suplicó el enfermo al P. Fidel le obtuviera la gracia de pasar tranquilo la noche y le librara de los vómitos a fin de poder comulgar el día siguien– te. El Santo oyó su oración. El P. Cándido to– mó su cena, durmió tranquilo y el domingo pudo celebrar misa y asistir a todas las cere– monias de la iglesia; comió con buen apetito, calzó sandalias, cosa que no hahia podido ha – cer en diez años . y en adelante siguió en todo a la comunidad. Benedicto XIV menCiona es- ¡· tos dos últimos milagros en la Bula dé canoni– zación del P . Fidel.

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