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_____ _:_X_:_I_I._-_:__No seguí mi vocaci_~~-··- 95 Esa denominación parecerá un poco atrevida, pero no quiero borrarla: lo que voy a hacer es explicarla ahora mismo. ¿No conoces, hermana mía, a ese tipo simpá– tico de todos los tiempos, y que tiene sus mode– los en aquella Ana profetisa que servía en el Tem– plo de Jerusalén, y en aquellas mujeres esforza– das y E-antas, que se9uían a Jesucristo y a sus Apóstoles, y les preparaban lo necesario para su subsistencia y eje·rcieron luS'go sus piadosos ofi– cios con el cuerpo santísimo del Seño-r? Pues ese tipo existe· hoy, y tú le conoces, y le has visto actuar y moverse, quizás en la .misma parroquia donde tú confiesas, comulgas y oyes la Santa Misa. Porque la parroquia es su centro de operacio– nes, sin que este le impida el extender sus acti– vidades pcr todo el pueblo, y, en ocasiones, hasta fuera del pueblo. No e·s la ccnccida con el nombre .de beata, tipo odic;;o, que quiere unir la vida mundana con la vida de piedad, y desuella al prójimo en la mis– ma puerta del temple, quizá diez minutos después de haber albergado en su pecho a Aquél que dijo: Amaos los unes a los otros.

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