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;¡_ i ·,, , . . ,, 94 P. Angel de Abárzuz_a_ ___ de contraer matrimonio, que dejar de consagrarse a Dios con los tres vo·tos religiosos; pero las dos convienen en una cosa, es a saber, en vivir des– centradas, y por lo tanto sufriendo. He puesto el caso de dos mujeres y no de dos hombres, porque este es el más común, y por· otras razones que no hay por qué detenerse ·a explicar. Voy a suponer, he·rmana mía que estás leyen– do este capítulo, que tú le· encuentras en una de las situaciones descritas en los párrafos .anterio– res, y que me preguntas: ¿Hay algún remedio para mí? ¿Existe alguna medicina espiritual que mate este· tedio que me· devora, y me haga entre– tenida, agradable y provechosa la existencia? ¡Ya lo creo que la hay! Para todas las dolen– cias del alma hay remedio en la tie-rra, cuando la voluntad es buena. Existe, ·hermana mía, en el mundo para una joven, además del matrimonio, y de la vida del claustro, una especie de tercer estado que se lla– ma el Apostolado Seglar. Ya que no has de ser nunca ni monja ni ca– sada, puedes ser otra cesa ele-vada y casi subli– me, y es coadjutora de los ministros de Dios; una especie de sacerdotisa de la Nueva Ley.
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