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' · .. i' :! ' · ., 88 _ ___:P_:._A_n=gel de Abárzuza Pero quiero hacer caso omiso de esta obser– vación, capaz de hacer enmudecer a cualquiera, para condescender con tu situación aflictiva y darte un consejo, que preservará para siempre a tu alma de eea embestida del dolor. El consejo es el siguiente: Jamás busques ni pretendas la gratitud humana, al hacer beneficios a los demás; lo primero, porque ese efecto, aun: que legítimo, es pequ~ño para un corazón, y lo segundo, porque muchas, muchísimas veces han de salir fallidas tus pretensiones. ¿Eres el director de la vida moral de un pue– blo, y te ves querido, idolatrado por él? Pues :yo te felicito por ello: y bien legítima será tu satis– facción si la sientes (que sin duda la sentirás); pero como el que acierta ciento y yerra en una, es como si no hubiera acertado ninguna, pr.epá– rate para el día en que cometas ese yerro, aun– que no sea muy grave. porque es posible y pro– bable que el pueblo que ahora te ama y te ben– dice se convierta en tu enemigo, y ponga los me– dios para alejarte de sí. ¿Te dedicas a la instrucción religiosa de los niños, y disfrutas mucho al sentirte amado y aplau– dido por ellos? Pues hazlo por Dios, hermano mío, porque fácil será, si resides en población de im– portancia, que alguno o algunos de esos tus pe– queños discípulos, ya mayores, te hagan objeto algún día de sus insultos y hasta de su perse– cución.

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