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' 82 P0.ngel de Abárzuza po, junto con la facultad de traexnos el dolor, la facultad de lle·várselo también? El tiempo que puede con las montañas defor– mándolas, con los edificios destruyéndolos, y cm:i. 1as reputaciones restaurándolas o gastándolas, · también da cuenta de los dolores humanos, ha– ciéndolos desaparecer del alma, lenta pero infa– liblemente. Así Jo demuestra la experiencia. Haz, pues, un esfuerzo para sobreponerte a tu debilidad, y deja que pase un dia y otro sobre tu tribulación, que ellos. la gastarán, c~mo el agua gasta la piedra por donde pasá. • * • Y :~demás ¿qwen sabe si, al permitir Dios el desvío y el alejamiento de ese corazón en quien cifrabas tu dicha, no ha hecho ese Padre amoroso otra cosa que· apartarte de una desgracia? ¡Cuán– tas veces sucede así! Ni con el pensamiento ni con la palabra de– bemos otorgar a nadie el honor de hacer nuestra felicidad, porque esa misión está reservada inalie– na.blemente a Dios nue·stro Señor. A la vista está pcr otra parte que estos pro– fundos de10.engaños traen grandes bienes a las almas.

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