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_ _ _ _ _ I_X_.-_ M_ e h~ sido infiel un amigo 75 ~mtretiene su hambre como puede, procurándose el amor de las criaturas. Y sucede, naturalmente, lo que tiene que su– ceder, y es que, siendo tan formidable la capa– cidad de nuestro amor, las criaturas no nos satis– facen; unos a otros nos desilusionamos y nos des– encantamos, v los hilos de las amistades se van rompiendo uñas tras otros, buscando sin cesar las almas nuevos amores para probar fortuna, y su– frir siempre la misma decepción. ¿Dónde hay dos hombres que hayan entabla– do en la juventud relaciones de amístad, y de los cuales pueda decirse cuando hayan llegado a la vejez ¡aún son amigos!? Es un caso raro eH la historia de un hombre. Y es que todos llevamos en la inteligencia, de un modo inconsciente. la imagen del amigo ideal, y ese amigo es el que buscamos, y ese es el que no hallamos jamás. Y no es que no exista el amigo ideal. Existe en la realidad el hombre ideal, y por consiguien– te, existe también el amigo ideal, del cual pode– mos recibir y al cual podemos entregar el cora– zón en la hora que queramos, y sin peligro d~ que jamás nos abandone ni nos sea infiel. Ese amigo es único, y se llama Jesucristo. Pero nosotros, sin darnos cuenta de ello, q11e– remos y nos empeñamos en que no ha de ser único, sino que ha de haber muchos ]esucristos undo, y ,¡,¡ ~" nu~t<a oquivo~ci6n,
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