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' ' i 1 64 P. Angel de Abárzuza Todo eso vendrá sobre ti infaliblemente; por– que es ya regla general que los enemigos nacen para el hombre el día en que el h.;nnbre nace con honor a la vic:la pública, en cualquier for;na que sea. Comp3.dece, hermano mío, a esos profesiona– les de la detracción, y despreciando sus palabras. sigue impertérrito tu camino; y si tus trabajos to; proporcionan reputación, dis.fruta de ella, y si tus triunfos te crean un nombre prestigioso, goza de él. atribuyéndolo todo a Dios, santificándolo todo con la recta intención, que debe ser el alma de todas nuestras obras. No imites a esas personas tímidas y apocadas que, en cuanto empiezan a actuar en público y les comienzan a llegar las primeras oleadas de la censura, reprobando su modo de proceder, se acobardan y .exclaman: •¡Estoy aburrido! ¡Esto no lo puedo yo soportar! ¡Voy a dejarlo todo/•. No procedas fú así. No lo dejes, ni todo ni nada. ¿Por qué ha de estar en la facultad de los más imperfectos, de la parte menos apreciable de la sociedad, ni el forzarte a modificar tus proce– dimientos, ni el hacerte abandonar tu puesto, ni el robarte una hora de paz siquiera? En cuanto empieces a hacer algo que atraiga sobre tí la atención y los aplausos de las gentes. cuenta con las murmuraciones, porque ellas han sido y serán siempre el acompañamiento de to– das las grandes obras.
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